(viene de una entrada anterior)
Así las cosas, una de las consecuencias de estos
grupos de poder es que originan costes superiores a los que existirían en los mercados libres y
obtienen beneficios mayores de los que obtendrían en sociedades más justas. El
fin lógico de estos buscadores de rentas y lobistas es conseguir, cuando
pueden, el monopolio de hecho o de derecho. Vemos un ejemplo de ello en el sistema de
concesiones de las Inspecciones Técnicas de Vehículos en Cataluña que ha salido
a la luz por el tema de la familia de Jordi Pujol (por no mencionar otras
concesiones similares en Andalucía) en las que se les entregaban las
concesiones a los amiguetes o a los más influyentes.
En general, los lobbies ubicados en mercados en
donde existiera una competencia justa podrían estar dedicando todo el dinero
que se gastan en influir en investigación o en contratar más personas. Así conseguirían
mejores resultados económicos con productos nuevos en el mercado o más baratos
que los ya existentes. Pero para eso es necesario un esfuerzo mayor de los
lobistas y es más sencillo influir en el político de turno. Según Alexander
Stubb, parlamentario finlandés en Bruselas, ponente del informe sobre lobbies
del Parlamento Europeo, en Bruselas hay más de 15.000 lobistas que trabajan
para unos 2.500 grupos de presión. No obstante, afirma con una tranquilidad
pasmosa que “los lobbies son parte esencial de los eurodiputados, la labor
legislativa sería muy pobre sin su contribución.” No miente cuando dice que
serían más pobres sin la contribución de los lobbies. Este es un testimonio
turbador que demuestra lo estandarizado que resulta en Europa que te presionen
o te comisionen por actuar de una manera u otra. Y ante el número mayor de
lobistas presionando que eurodiputados pienso ¿quién gobierna en Europa?
No obstante todo lo anterior, los lobbies podrían
ser buenos. De hecho, como decíamos, en países como EE.UU. son aceptados
abiertamente como parte del sistema económico – político. No tendríamos nada
que reprochar aquí en España a estos grupos de presión si cumplieran dos reglas
que sí cumplen en Norteamérica.
Estos
principios son la transparencia y la vigilancia de la competencia. Si todos
conociéramos cuáles son estos grupos, a qué se dedican, quiénes son sus
miembros los miraríamos de otra manera. Pero desgraciadamente si no sabemos ni
si quiera quiénes son, difícilmente podremos saber si actúan correctamente o si
sus influencias van en detrimento de la competencia leal en el mercado.
Como digo en EEUU están más acostumbrados a ellos.
Se regularon por primera vez en 1946. Allí existe un registro de lobbies y
tienen la obligación de darse a conocer. Tras esto es relativamente fácil
seguir el rastro de sus “donaciones” a los partidos políticos. Desgraciadamente
en Europa, y más concretamente en España, donde lo que rige es una partitocracia
donde la disciplina de voto puede más que la voluntad de algún dirigente
honesto, hace que todo el sistema sea confuso. Los partidos políticos opacan todo
lo que pueden las donaciones de las empresas a esos grupos o a fundaciones
afines. Tiene que salir un caso Bárcenas o Filesa para enterarnos de algo.
Así, no es de extrañar que muchos políticos pasen
a engrosar las filas de las juntas generales de las energías eléctricas (véase
por ejemplo Aznar o González o muchos de sus ex ministros) o que, directamente,
las empresas “coloquen” en los partidos a gente de su interés ¿podríamos poner
como ejemplo al actual Ministro de Defensa Pedro Morenés que salta del sector
empresarial armamentístico a la política y viceversa durante toda su
trayectoria profesional?
Para
solucionar este problema de los grupos de influencia (o intentarlo), el
presidente Rajoy anunció en Febrero que se va a proceder a su regulación. Nada
que objetar al respecto. La intención es buena, la ley ya veremos. Pero está
claro que es necesario algún control para que estos grupos no se conviertan en
pujadores sin nada más que aportar y mucho que ganar y evitar que los políticos adecuen las leyes simplemente al mejor postor.
Es necesario regularlos para que exista
transparencia y se sepa quiénes son y cómo actúan. Cuanto más a la sombra más
posibilidades que existan grupos poco éticos. Si se conocen todos los que
están, se sabrá en qué están interesados y la opinión pública podrá actuar en
consecuencia.
Los lobbies existieron y existirán, pero al
regularlos habrá un procedimiento para controlarlos, habrá transparencia y, si
la regulación se hace en ese sentido, todos los grupos de presión y no solo las
grandes empresas (estoy pensando ahora a la unión de ciudadanos) podrán ejercer
legalmente sus influencias, al menos así lo espero, en igualdad de condiciones.
Así si con un político a la hora de proponer un proyecto de ley, vemos en aras
de esa transparencia, que se ha reunido unas cuantas veces con una empresa
todopoderosa y que ha evitado reunirse con el grupo de ciudadanos afectados,
puede que la opinión pública presione para que se modifique ese proyecto de
ley.
Necesitamos una regulación como la tienen el resto
de países más avanzados de nuestro entorno. Curiosamente, a los países que peor
les va con el tema de la crisis financiera son los que no tiene esa regulación.
Estoy hablando de Portugal, Italia, Grecia. ¿Tendrá alguna relación?
Por tanto, es necesario y urgente una regulación
que obligue a estos buscadores de rentas o lobbies a actuar con total
transparencia, que puedan ser valorados por la opinión pública y evitar de esta
manera que nuestros políticos se sientan tentados a legislar según los fajos de
billetes que se les acerquen.
Copyright de la imagen http://arthegarn.livejournal.com/122594.html