No es raro el día que te llega un correo
electrónico de algún amigo sobre lo caraduras que son algunos de los que nos dirigen
o influyen, bien por ser políticos o bien por pertenecer a empresas altamente predominantes
en el mercado. Me refiero a temas tan espeluznantes como los ERE’s fraudulentos
en Andalucía (que ya van cuantificados más de mil millones de euros defraudados)
o los políticos que una vez dejados sus cargos pasan a engrosar las filas de
alguna que otra compañía energética. Existen otros casos de similares
sinvergonzonerías, aunque menos llamativos. Hablo de los laboratorios de las
empresas farmacéuticas que se gastan más dinero en mercadotecnia que en
investigar o de las empresas de las tarjetas de crédito que cobran mucho más a
la empresa a la que le prestan sus servicios de lo que aportan, tan solo un
movimiento de electrones para comunicar unos dígitos.
Diome la curiosidad de investigar ciertos
aspectos de estos hombres tan duchos en el arte del aguante en la pletórica opulencia
y quise ver qué aportaban a la sociedad a cambio de sus retribuciones. Descubrí
que se les conoce hace tiempo en el ámbito económico y que tienen un nombre ya
dado. Se les denominan los buscadores de rentas.
Según Adam Smith, economista y filósofo
escocés con algo de influencia en estos lares, los buscadores de rentas son “aquellas personas cuyas función es tratar
de influir en los poderes públicos para consolidar algún tipo de ventaja en el
mercado a fin de garantizar una renta sin tener que competir en igualdad de
condiciones.”
Para Gordon Tullock, economista
estadounidense de la Universidad de Chicago, cuando nos referimos a los
“buscadores de rentas” describimos a los grupos de interés, ya algo más que
personas, que tratan de influir sobre las decisiones políticas para que las
reglas se elaboren e interpreten en su propio beneficio. Es decir, los
buscadores de rentas tratan de someter con su presión a los políticos y, sobre
todo a sus actuaciones, para que decidan y legislen sobre temas que les son
beneficiosos y que no coinciden con los beneficios de los consumidores.
Como vemos la actividad que desarrollan
los buscadores de rentas son muy beneficiosas para sus grupos pero nada aportan
a la sociedad. En la vida cotidiana, y no hay que irse a las altas esferas de
la política, encontramos ejemplos de estos pillos, por no llamarlos algo peor,
que se intentan aprovechar de sus influencias. Los podemos ver en Cáritas, por
ejemplo, cuando van a buscar un plato de comida y tienen recursos propios para
comer, quitándole la oportunidad a otro que pueda tener más necesidad. Lo observamos
en los que cobran el paro y realizan chapuzas, o más gravoso, los que se han
prejubilado con grandes indemnizaciones sin haber trabajado en la propia
empresa que lo prejubila como es el caso de los ERE’s fraudulentos en
Andalucía.
También como ejemplo de estos buscadores
de rentas podemos hacer mención a los concejales de los distintos pueblos o
diputados que se suben el sueldo para su propio beneficio a cargo de los
impuestos de los ciudadanos. O como un vicepresidente de un país como EEUU,
hablo de Dick Cheney en la época de la Guerra de Irak con George W. Bush a la
cabeza, que está vinculado a las petrolíferas, concretamente a Halliburton y,
curiosamente, se ordena una invasión del país, con un coste tremendo, en vida y
dólares, para la sociedad norteamericana y que le reporta pingües beneficios
sin apenas despeinarse. Y ¿qué me decís
de los sindicatos como buscadores de rentas, que la mayoría de las veces actúan
más en beneficio propio que en la de los trabajadores afiliados, intentando
mantener cuando no incrementar sus millonarias subvenciones?
Pero volviendo a la definición de la
figura de los buscadores de rentas que influyen en los políticos para sacar
beneficio propio ¿no os recuerda a la de los lobbies?
Según Alonso Piñeiro, economista
argentino, el lobbying es el proceso por medio del cual los representantes de
los grupos de interés actuando como intermediarios, llevan a conocimiento de los
legisladores o de los funcionarios de gobierno los deseos de esos grupos. Daos
cuenta que ya estamos hablando de todo un proceso o sistema para influir en los
políticos y no de una actuación. Es como si se hubiese institucionalizado.
Y algo así ha ocurrido. No en España, pero
sí en otros países, como los anglosajones, y muy especialmente en los EE.UU.
Allí los lobbies existen desde la creación de la nación. Alrededor del año 1832
aparece por primera vez el término “lobby” en la prensa norteamericana para
definir despectivamente a aquellos intermediarios o directamente empresarios
que esperaban en el vestíbulo (eso es lo que literalmente significa lobby) a
los congresistas o parlamentarios para pedirles cosas. Dicen que Ulysses Grant,
el presidente de los EEUU durante la Guerra de la Secesión, odiaba a los
lobistas y que cuando se alojaba en el hotel de turno y se iba al vestíbulo a
descansar tenía que salir corriendo maldiciendo a los lobistas que no le
dejaban en paz.
De hecho, la primera vez que se hace
referencia a los lobbies, pero con otro nombre, es en la Carta Magna de
Inglaterra de 1215. En esa constitución, promulgada en tiempos del rey Juan I,
se recogía que “alrededor de la corte del parlamento podían estar las personas
con títulos nobiliarios demandando un interés particular.”
Como vemos los lobbies existen desde que encontramos
una persona poderosa y otro que quiere algún tipo de beneficio de la primera.
Vamos desde que el hombre es hombre.
(Continúa)
Copyright de la ilustración http://www.solomirar.com/de-lobbies-y-libertad/
Con lo que se pone de manifiesto que la igualdad de oportunidades es una falacia para manipular al pueblo. Lo que queda claro es que el orden mundial no es muy diferente a lo que teníamos en la edad media. En definitiva, los grupos poderosos aplastan los derechos y las necesidades de la masa de los pueblos. Como diría Bourdieu dominador frente a dominado.
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