martes, 26 de marzo de 2013

Los buenos son malos y las víctimas los de siempre.




Quiero comentaros una sentencia del Tribunal Supremo, que he leído en la página Web de la Cadena Ser (la noticia fue escrita por Alberto Pozas el 25-2-13) que me parece execrable y no porque sea jurídicamente cuestionable, sino por los hechos que se recogen en ella.
Cuando alguien acude a un abogado lo hace por necesidad, no porque quiera compañía. Si nos viene un cliente es para que le solucionemos un problema y es nuestro deber ayudarlos como mejor sepamos, incluso sin garantizar el éxito, pero sí la buena praxis y por ello le emitimos las correspondientes minutas.
Como en todo colectivo, el gremio de abogados no está libre de profesionales sin escrúpulos, estafadores y malas personas. Pero lo que me lleva a traer aquí esta noticia es que engañar a tu propio cliente para beneficiarte tu, me parece de tan bajeza moral que tenía la necesidad de exponerlo para desahogarme. Pero a mayor hijoputez (no se me ocurre otra palabra más contundente), si encima si los clientes son una pareja que tienen discapacidades psíquicas y que ponen en las manos del abogado su futuro y el profesional los engaña cruelmente, dicho profesional, por llamarlo de alguna forma, no es digno de ejercer esta profesión y debe pudrirse en  la cárcel un buen período de tiempo hasta que se le quiten las ganas de volver a perpetrar tan vil acción.

Como digo el Tribunal Supremo ha confirmado, a Dios gracia,  dos condenas de seis años de cárcel para una abogada y una empleada del despacho Abogados que estafaron a la pareja con minusvalías psíquicas. Las dos condenadas  les convencieron de que, si querían recuperar a sus hijos, tenían que vender su casa y comprarse una más grande y mejor acondicionada. Las dos condenadas supervisaron el proceso de venta y, aprovechando la "indudable capacidad de comprensión" de las víctimas, se quedaron con el piso, que posteriormente vendieron para beneficio propio.

Explico el caso desde el principio. El matrimonio, acudió al despacho de abogados para intentar recuperar a sus hijos menores de edad, declarados en situación de desamparo e ingresados en un Centro de Protección de la Junta de Andalucía. Las dos condenadas convencieron al matrimonio, aprovechando la minusvalía psíquica de ambos, de que necesitaban mudarse a un piso más grande para que la Junta de Andalucía decidiera devolverles la custodia de sus hijos. Las dos orquestaron la venta del inmueble, propiedad de una de las víctimas y su hermana, y finalmente les hicieron vender la casa a una empresa propiedad de una de las condenadas. También aprovecharon su discapacidad para hacerles firmar las escrituras, en las que constaba el precio de la venta, aunque las víctimas no recibieron ningún dinero. Posteriormente, las estafadoras vendieron el piso por 115.000 euros.

Es el Tribunal Supremo quien confirma la condena que la Audiencia Provincial de Sevilla impuso a estas dos mujeres: seis años de cárcel para cada una por un delito agravado de estafa, los mismos años de inhabilitación para sus respectivas profesiones y también deberán indemnizar a las propietarias del piso, una de las víctimas y su hermana, con 178.920 euros.

Igualmente, según el periodista, no es la primera vez que una estafa procedente de ese despacho de abogados llega a los tribunales: un juzgado de Barcelona ordenó la paralización del desahucio de un ciudadano marroquí que denunció haber sido estafado por este mismo despacho.

Por lo que nos encontramos ante unos personajes que han estado perpetrando fechorías hasta que los han trincado y que no tenían ningún tipo de escrúpulos de engañar a los más débiles. Por ello desde aquí quiero dejar claro que esas personas no deben estar en un colectivo como es el de Abogados y a su vez, partir una lanza por el resto de profesionales que tan dura y dignamente nos ganamos la vida ejerciendo esta profesión.

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