lunes, 10 de junio de 2013

Monsanto en el mundo (y II)







El 11 de mayo de 2013 los senadores chilenos decidieron que su país ya no tendría más semillas. A partir de la aprobación de esa ley, las semillas que quieran plantar los agricultores chilenos tendrán que comprarlas a Monsanto.
Las plantaciones transgénicas ya existían en ese país sudamericano, pero hasta ese día los agricultores podían elegir si usarlas o no. Ya no. Dicha medida ha enojado a muchos ciudadanos de aquel país y tan solo hay que teclear “Monsanto y Chile” en Google para ver las reacciones en contra. De hecho, en foros y blogs de aquel país se comenta que se van conociendo las consecuencias de los cultivos con semillas transgénicas. A las plantas que nacen de estas semillas hay que aplicarles venenos que son tan mortíferos (ya que les afectan insectos y plagas distintas al de las plantas orgánicas) que en los pueblos cercanos a dichos cultivos comienzan a enfermar con cáncer y se incrementa en el número de malformaciones al nacer. Todo ello unido a la desertización del suelo que ocasionan esos insecticidas, la masiva contaminación ambiental, la muerte de las abejas,  y la disminución de la polinización natural.
Ya en Europa, y concretamente en Francia, hace unos años, con Sarkozy en el gobierno y antes de la ley que quiere aprobar la Unión Europea unificando legislaciones, el gobierno francés suspendió el cultivo del maíz transgénico, alegando como motivo que, según los últimos estudios de aquella época, ese maíz tenía efectos no deseados sobre el medio ambiente y que necesitaba nuevos estudios sobre su impacto en la salud humana. El ministro galo, François Fillon, que comunicó tal medida, anunció que lo hacía aplicando “la cláusula de salvaguarda”. Cláusula prevista en una directiva europea y que determina que si  un país tiene nueva información de que un transgénico sea peligroso para el medio ambiente o la salud humana, se podrá restringir o prohibir temporalmente el uso o la venta de ese transgénico.
Esa cláusula de salvaguarda hizo que el gobierno italiano el 4 de agosto de 2000 publicara un decreto en el que paralizaba la comercialización y producción de los transgénicos. Dicha medida por supuesto fue impugnada judicialmente por las empresas afectadas, entre ellas Monsanto y Pioneer.
Alemania, Hungría, Polonia, Bélgica, Gran Bretaña, Bulgaria, Irlanda, Eslovaquia y Austria también han prohibido el uso del maíz transgénico, pero en España se defendió su cultivo. Nuestro glorioso país es uno de donde más se cultiva el transgénico Mon 810, creada por Monsanto y aprobada por la Unión Europea en 1998. En los últimos años se ha incrementado dichos cultivos en nuestro país un 39%[1], alcanzando las 75.148 hectáreas cultivadas. Donde más se incrementó fue en Aragón con 35.860 hectáreas y en Cataluña con 23.013 hectáreas.
El anterior Presidente del gobierno autonómico gallego, Emilio Pérez Touriño, no tuvo en cuenta los argumentos de sus socios nacionalistas en el gobierno que se mostraban contrarios a la plantación de transgénicos en su comunidad autónoma y argumentó que “estamos hablando de proyectos impulsados por la UE, respaldados por el Gobierno español, y con el aval de los organismos medioambientales de la Xunta.” Como veis   toda una garantía.
Acto inmediato se creó una plataforma gallega anti transgénicos para que no se permitieran dichos cultivos en la zona a imitación de las comunidades asturiana y vasca que ya se habían declarado zonas libres de esos cultivos.
El gobierno actual del Sr. Rajoy, con el ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, Miguel Arias Cañete al frente, ante la pregunta de la diputada de ICV, Laia Ortiz, manifestó[2]  que “El maíz Mon -810 ha resultado ser una solución en la lucha contra la plaga del taladro para muchos agricultores de amplias regiones españolas como la del Valle del Ebro. El cultivo de este maíz ha permitido ahorrar a los agricultores muchos litros de insecticidas y pasadas de tractor” terminando con “es una opción más respetuosa con el medio ambiente que el maíz convencional”.
Es curioso este disfraz de defensores de la empresa de nuestros políticos y que, como ejemplo, según de el periódico inglés The Independent, la multinacional en la cantina de la factoría que posee en Gran Bretaña le ofrezca a sus empleados la opoción de no consumir alimentos transgénicos. Dato extraño ¿no creen?

No todo está perdido.

Ante el aluvión de críticas recibidas la UE va a modificar la ley presentada. Entre otros puntos alterados, se  permitirá que agricultores con menos de diez trabajadores contratados puedan cultivar sus huertos y comercializarlos sin trabas algunas.
Igualmente, y hace tan solo unos días, la multinacional Monsanto ha manifestado que deja de hacer más lobby en Europa tras años infructuosos alegando que es “contraproducente luchar contra molinos de vientos”. Así se ha explicado la portavoz de la empresa en Alemania al anunciar que desistían en sus tentativas de introducir las plantas alteradas genéticamente en el mercado europeo. Y todo ello, según la empleada, por la insuficiente demanda por parte de nuestros agricultores. ¿Será por eso o porque el lobby ya ha conseguido su fin?



[1] Datos a fecha de 2007, según el periódico El País. (29-4-08).
[2] Noticia publicada en El País el día 25-6-12.

























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