viernes, 17 de enero de 2014

El Reino de España


En España reina Juan Carlos I. Es una obviedad oficial. Pero realmente no parece que reine nadie. Existen en nuestra cotidianeidad política muchos desaguisados partidistas,  disparates independentistas, putrefacciones sindicales, intentos de reconvertir el sistema en una república federal, partidos nacionales a las que se les sublevan sus brazos regionales, corrupción generalizada por doquier, etc. etc. Tanto que no se sabe quién reina o dirige este tinglado.

En Zarzuela, hablo de la Casa Real, reina Juan Carlos I. También es una  obviedad oficial. Pero realmente parece que tampoco reine nadie. La real casa está desarreglada. Alguien, parece ser, que ha enseñado a la Infanta cómo funcionan las cosas en el lado oscuro. Algún influyente empresario sin muchos escrúpulos le ha dicho, aparentemente, que puede contratar a las personas de su servicio sin darles de alta en la Seguridad Social. Pero eso nos duele. Ya que Hacienda somos todos y que los sueldos de esa casa tan singular los pagamos los contribuyentes, al menos deseamos que las cosas se hagan  correctamente. Los personajes públicos y las instituciones tienen que dar ejemplo de honradez. Va en los sueldos y en los cargos.

En esta España que se desangra, parece  que siempre hay dos clases de personas, las que presuntamente meten la mano en el saco común sin que  les pase nada y el resto de mortales.  La división de los españoles frente la justicia es palmaria. Por un lado, los poderosos y, por el otro, el resto de españolitos.  Y, si se le cruzan los cables a algún juez o bien lo apartan de la carrera judicial o si no pueden y condenan al amiguete, ponen a funcionar la rueda del indulto. Desde el año 2000 hasta mediados de 2013 se produjeron 6.442 indultos. Gallardón en su primer año al frente del Ministerio concedió 501 indultos. Más de uno al día.

La tradicional ausencia de noticias sobre la casa real de hace unos años atrás en nuestra prensa, se ha vuelto en contra. Ahora todo el mundo quiere saber de ellos, sobretodo de sus meteduras de pata. Casi cualquier cosa es noticia y se amplifica.

En ese aspecto y centrándonos en el asunto de la Infanta, encontramos dos tipos de reacciones ante su imputación. Los que no les gusta que se impute a Dña. Cristina esgrimiendo que se le imputa precisamente por ser quien es y los que no cabe en sí de gozo por tal histórico e inusual acontecimiento. España siempre dividida en dos. Da igual el motivo.

Para añadir un ingrediente más a esa sopa, el Jefe de la Casa Real ha dicho que la instrucción de la Infanta debe acabar. Hay quien lo entiende como una presión al juez. Lógico. Pero al juez Castro no solo lo presiona la Casa Real, también el Fiscal, por mandato de su jefe Gallardón, presenta un escrito diciendo que no va a recurrir y, en realidad,  hace un recurso encubierto poniendo a parir al juez y plasmando todos los motivos que pondría en el hipotético recurso. ¿Cómo te atreves impugnar a la Infanta? ¡Teoría conspiratoria! Por mucho menos de lo hecho presuntamente por la Infanta a cualquiera que leemos esto nos imputan sin dudarlo.

Mientras tanto, cada día se descubren asuntos más turbios sobre el matrimonio Cristina – Iñaki. Sus vidas han cambiado, aunque no tanto, pero ya se les nota. Sus caras van desluciéndose. El rictus circunspecto es ahora marca de la casa. Nuestro Rey también lo sufre en silencio. Hace unos años Su Majestad nos acostumbraba a salidas nocturnas y cacerías, rememorando hazañas de sus antepasados, y todos les reíamos las gracias. Es muy campechano, decían. Ahora no cuela. Ni si quiera la Reina, y eso que es la profesional de la casa, se libra del malestar ciudadano. Cada vez son más numerosas las ocasiones en que un miembro de la Casa Real aparece en un acto oficial y es abucheado o silbado.

Sin duda, nos iría mejor si el Rey reinara en su casa y en la de todos nosotros. Debería poner orden, pues es su función, entre los partidos políticos, mayoritarios o no. Leerles la cartilla por sus numerosos asuntos de corrupción, por sus intentos de constreñir a la Justicia y por sus retozos con los nacionalistas. Claro que si en su familia la cosa anda como anda, cualquiera los pone de ejemplo. Sería fácil contestarle cuando te diga que tienes que frenar los casos de corrupción en tu partido eso de “y tú ¿qué?” o “arregla primero tu casa”.

Lo que está claro es que en España y en la Zarzuela, vistos los acontecimientos, el Rey Juan Carlos, desgraciadamente, no reina. Quién reina es el caos. Y eso es malo para todos.




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