En España reina Juan Carlos I. Es una obviedad
oficial. Pero realmente no parece que reine nadie. Existen en nuestra
cotidianeidad política muchos desaguisados partidistas, disparates independentistas, putrefacciones
sindicales, intentos de reconvertir el sistema en una república federal,
partidos nacionales a las que se les sublevan sus brazos regionales, corrupción
generalizada por doquier, etc. etc. Tanto que no se sabe quién reina o dirige
este tinglado.
En Zarzuela, hablo de la Casa Real, reina Juan
Carlos I. También es una obviedad
oficial. Pero realmente parece que tampoco reine nadie. La real casa está desarreglada.
Alguien, parece ser, que ha enseñado a la Infanta cómo funcionan las cosas en
el lado oscuro. Algún influyente empresario sin muchos escrúpulos le ha dicho,
aparentemente, que puede contratar a las personas de su servicio sin darles de
alta en la Seguridad Social. Pero eso nos duele. Ya que Hacienda somos todos y
que los sueldos de esa casa tan singular los pagamos los contribuyentes, al
menos deseamos que las cosas se hagan
correctamente. Los personajes públicos y las instituciones tienen que
dar ejemplo de honradez. Va en los sueldos y en los cargos.
En esta España que se desangra, parece que siempre hay dos clases de personas, las
que presuntamente meten la mano en el saco común sin que les pase nada y el resto de mortales. La división de los españoles frente la
justicia es palmaria. Por un lado, los poderosos y, por el otro, el resto de
españolitos. Y, si se le cruzan los
cables a algún juez o bien lo apartan de la carrera judicial o si no pueden y
condenan al amiguete, ponen a funcionar la rueda del indulto. Desde el año 2000
hasta mediados de 2013 se produjeron 6.442 indultos. Gallardón en su primer año
al frente del Ministerio concedió 501 indultos. Más de uno al día.
La tradicional ausencia de noticias sobre la casa
real de hace unos años atrás en nuestra prensa, se ha vuelto en contra. Ahora
todo el mundo quiere saber de ellos, sobretodo de sus meteduras de pata. Casi
cualquier cosa es noticia y se amplifica.
En ese
aspecto y centrándonos en el asunto de la Infanta, encontramos dos tipos de
reacciones ante su imputación. Los que no les gusta que se impute a Dña.
Cristina esgrimiendo que se le imputa precisamente por ser quien es y los que
no cabe en sí de gozo por tal histórico e inusual acontecimiento. España
siempre dividida en dos. Da igual el motivo.
Para añadir un ingrediente más a esa sopa, el Jefe
de la Casa Real ha dicho que la instrucción de la Infanta debe acabar. Hay
quien lo entiende como una presión al juez. Lógico. Pero al juez Castro no solo
lo presiona la Casa Real, también el Fiscal, por mandato de su jefe Gallardón,
presenta un escrito diciendo que no va a recurrir y, en realidad, hace un recurso encubierto poniendo a parir al
juez y plasmando todos los motivos que pondría en el hipotético recurso. ¿Cómo
te atreves impugnar a la Infanta? ¡Teoría conspiratoria! Por mucho menos de lo
hecho presuntamente por la Infanta a cualquiera que leemos esto nos imputan sin
dudarlo.
Mientras tanto, cada día se descubren asuntos más
turbios sobre el matrimonio Cristina – Iñaki. Sus vidas han cambiado, aunque no
tanto, pero ya se les nota. Sus caras van desluciéndose. El rictus circunspecto
es ahora marca de la casa. Nuestro Rey también lo sufre en silencio. Hace unos
años Su Majestad nos acostumbraba a salidas nocturnas y cacerías, rememorando
hazañas de sus antepasados, y todos les reíamos las gracias. Es muy campechano,
decían. Ahora no cuela. Ni si quiera la Reina, y eso que es la profesional de
la casa, se libra del malestar ciudadano. Cada vez son más numerosas las
ocasiones en que un miembro de la Casa Real aparece en un acto oficial y es
abucheado o silbado.
Sin duda, nos iría mejor si el Rey reinara en su casa
y en la de todos nosotros. Debería poner orden, pues es su función, entre los
partidos políticos, mayoritarios o no. Leerles la cartilla por sus numerosos asuntos
de corrupción, por sus intentos de constreñir a la Justicia y por sus retozos
con los nacionalistas. Claro que si en su familia la cosa anda como anda,
cualquiera los pone de ejemplo. Sería fácil contestarle cuando te diga que
tienes que frenar los casos de corrupción en tu partido eso de “y tú ¿qué?” o
“arregla primero tu casa”.
Lo que está claro es que en España y en la
Zarzuela, vistos los acontecimientos, el Rey Juan Carlos, desgraciadamente, no
reina. Quién reina es el caos. Y eso es malo para todos.
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