martes, 13 de mayo de 2014

España violenta



Ayer asesinaron a la Presidenta de la Diputación de León cuando se dirigía  a un mitin político. Descanse en Paz.

Ayer alguien decidió que la mejor forma de resolver cualquier conflicto era usar la violencia extrema.

La violencia no puede ser justificada (salvo las excepciones conocidas) y por muchos conflictos que tengas con una persona (política o no) no te da  derecho para acabar con la vida de nadie. Es un crimen se mire por donde se mire, independientemente de las causas de la autora y su familia.

Se está hablando de que la hija de la asesina trabajaba en la Diputación y fue despedida o cesada porque le ocuparon la plaza de interina. Esto ocurre en España cada día. Cuando te pisan la plaza te cabreas porque te vas al paro y te puedes ofuscar unos días, pero al poco, debes levantar cabeza y seguir luchando por un puesto de trabajo. Si era por oposiciones te vuelves a poner a estudiar. Pero lo que no puedes hacer, por muchas sentencias que tengas en contra, aunque tengas que devolver dinero que no tienes, es matar a nadie. La vida y el derecho a la misma es lo más sagrado.

En España estemos acostumbrados a decidir o acabar muchos asuntos públicos por medio de los disparos. Está en nuestros genes. Tan solo tenemos que ver la cantidad de atentados que existieron en pleno siglo XIX, la mayoría por anarquistas, porque no gustaban los políticos que gobernaban. El Rey Alfonso XII sufrió varios atentados, el general Martínez Campos, Cánovas del Castillo, Antonio Maura, Alfonso XIII, Canalejas, Eduardo Dato, Prim, Isabel II, otros militares, religiosos y políticos menos conocidos también fueron sujetos contra los que se utilizó la violencia.

Pero en aquella época la violencia se veía de otra forma. Existían grupos como los anarquistas y los fascistas que la justificaban porque  el ciudadano la había sufrido previamente de parte de sus gobernantes. La Declaración Universal de los Derechos Humanos  no se adoptaría hasta el 10 de diciembre de 1948 por la Asamblea General de las Naciones Unidas por lo que ni la olíamos, y la Revolución Francesa con su Declaración de los Derechos Hombre y del Ciudadano de 1789 ya había quedado en el olvido hace muchos años en esta parte de los Pirineos.

Otra forma que siempre hemos tenido en este país de acabar con los políticos o regímenes que no nos gustaban eran los pronunciamientos y golpes de estado. Somos un país proclive a no esperar a las urnas. Nos encanta humillar al que estaba arriba. O los que gobiernan lo hacen muy mal y provocan que los adversarios, ciudadanos o militares no se puedan contener o simplemente aquí no admitimos que nadie se pase un pelo y nos vemos con el derecho a intervenir directamente, incluso por las armas e implicando a todo un país. Muchos han confundido el interés individual con el general.

Encontramos en este campo también muchas muestras de nuestra idiosincrasia impaciente y arrolladora. Por ejemplo La Vicalvarada (pronunciamiento de militares progresistas), La Revolución Gloriosa que  destrona a Isabel II, el Motín de la Granja (rebelión de los sargentos contra la Reina Regente María Cristina), el Golpe de Pavía con la ocupación del Congreso de los Diputados, el pronunciamiento de Riego en Cabezas de San Juan, el pronunciamiento de Caldetas de los generales Luis Lacy y Milans del Bosch (apellido que volvería a estar relacionado con el 23-F), los Cantones,  el Pacto de Ostende para derrocar a la reina Isabel II que guarda grandes paralelismos con el Pacto de San Sebastián para derrocar a Alfonso XIII, la menos conocida como La Conspiración del Triángulo en la que los masones tenían como objetivo secuestrar y asesinar a Fernando VII en una casa de citas y luego proclamar la Constitución de Cádiz, Franco en el 36 y su Movimiento y Tejero el 23 de Febrero de 1981 con su famoso“¡Quieto todo el mundo!”.

Somos un país que tiende a resolver sus conflictos políticos o cotidianos con la violencia. Eso dice poco bueno de nosotros. Y en esta época de crisis está la gente al límite de su aguante y no dejan pasar una. Todos tenemos derecho a protestar si los políticos lo hacen mal, pero la violencia no lleva a nada bueno. Los servicios sociales, Cáritas, Cruz Rojas y otros organismos hacen lo que pueden para paliar la situación crítica de muchos. La pobreza infantil es devastadora. Y todo esto es un caldo de cultivo para que nazcan muchas acciones como la de ayer. Y eso no se puede admitir. Hay que ayudar a los que lo pasan mal. Seamos generosos señores políticos y empresarios.

Esperemos que lo de ayer nadie lo vea como un ejemplo.



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