Ayer asesinaron a la Presidenta de la Diputación
de León cuando se dirigía a un mitin
político. Descanse en Paz.
Ayer alguien decidió que la mejor forma de
resolver cualquier conflicto era usar la violencia extrema.
La violencia no puede ser justificada (salvo las
excepciones conocidas) y por muchos conflictos que tengas con una persona
(política o no) no te da derecho para
acabar con la vida de nadie. Es un crimen se mire por donde se mire, independientemente
de las causas de la autora y su familia.
Se está hablando de que la hija de la asesina
trabajaba en la Diputación y fue despedida o cesada porque le ocuparon la plaza
de interina. Esto ocurre en España cada día. Cuando te pisan la plaza te
cabreas porque te vas al paro y te puedes ofuscar unos días, pero al poco,
debes levantar cabeza y seguir luchando por un puesto de trabajo. Si era por
oposiciones te vuelves a poner a estudiar. Pero lo que no puedes hacer, por
muchas sentencias que tengas en contra, aunque tengas que devolver dinero que
no tienes, es matar a nadie. La vida y el derecho a la misma es lo más sagrado.
En España estemos acostumbrados a decidir o acabar
muchos asuntos públicos por medio de los disparos. Está en nuestros genes. Tan solo
tenemos que ver la cantidad de atentados que existieron en pleno siglo XIX, la
mayoría por anarquistas, porque no gustaban los políticos que gobernaban. El
Rey Alfonso XII sufrió varios atentados, el general Martínez Campos, Cánovas
del Castillo, Antonio Maura, Alfonso XIII, Canalejas, Eduardo Dato, Prim,
Isabel II, otros militares, religiosos y políticos menos conocidos también
fueron sujetos contra los que se utilizó la violencia.
Pero en aquella época la violencia se veía de otra
forma. Existían grupos como los anarquistas y los fascistas que la justificaban
porque el ciudadano la había sufrido previamente
de parte de sus gobernantes. La Declaración Universal de los Derechos Humanos no se adoptaría hasta el 10 de diciembre de
1948 por la Asamblea General de las Naciones Unidas por lo que ni la olíamos, y
la Revolución Francesa con su Declaración de los Derechos Hombre y del
Ciudadano de 1789 ya había quedado en el olvido hace muchos años en esta parte
de los Pirineos.
Otra forma que siempre hemos tenido en este país de
acabar con los políticos o regímenes que no nos gustaban eran los
pronunciamientos y golpes de estado. Somos un país proclive a no esperar a las
urnas. Nos encanta humillar al que estaba arriba. O los que gobiernan lo hacen
muy mal y provocan que los adversarios, ciudadanos o militares no se puedan
contener o simplemente aquí no admitimos que nadie se pase un pelo y nos vemos
con el derecho a intervenir directamente, incluso por las armas e implicando a
todo un país. Muchos han confundido el interés individual con el general.
Encontramos en este campo también muchas muestras
de nuestra idiosincrasia impaciente y arrolladora. Por ejemplo La Vicalvarada
(pronunciamiento de militares progresistas), La Revolución Gloriosa que destrona a Isabel II, el Motín de la Granja
(rebelión de los sargentos contra la Reina Regente María Cristina), el Golpe de
Pavía con la ocupación del Congreso de los Diputados, el pronunciamiento de
Riego en Cabezas de San Juan, el pronunciamiento de Caldetas de los generales
Luis Lacy y Milans del Bosch (apellido que volvería a estar relacionado con el
23-F), los Cantones, el Pacto de Ostende
para derrocar a la reina Isabel II que guarda grandes paralelismos con el Pacto
de San Sebastián para derrocar a Alfonso XIII, la menos conocida como La
Conspiración del Triángulo en la que los masones tenían como objetivo
secuestrar y asesinar a Fernando VII en una casa de citas y luego proclamar la Constitución
de Cádiz, Franco en el 36 y su Movimiento y Tejero el 23 de Febrero de 1981 con
su famoso“¡Quieto todo el mundo!”.
Somos un país que tiende a resolver sus conflictos
políticos o cotidianos con la violencia. Eso dice poco bueno de nosotros. Y en
esta época de crisis está la gente al límite de su aguante y no dejan pasar una.
Todos tenemos derecho a protestar si los políticos lo hacen mal, pero la
violencia no lleva a nada bueno. Los servicios sociales, Cáritas, Cruz Rojas y
otros organismos hacen lo que pueden para paliar la situación crítica de
muchos. La pobreza infantil es devastadora. Y todo esto es un caldo de cultivo
para que nazcan muchas acciones como la de ayer. Y eso no se puede admitir. Hay
que ayudar a los que lo pasan mal. Seamos generosos señores políticos y
empresarios.
Esperemos que lo de ayer nadie lo vea como un
ejemplo.
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