Hoy hace un día
maravilloso. Me despierto tranquilo, cuando me lo pide el cuerpo ya que hoy no
se trabaja, me aseo, juego con mi perro (un retriever del Labrador de dos meses)
y me dispongo a desayunarme leyendo plácidamente las noticias en el portátil.
Todo son buenas nuevas. El panorama es de aúpa.
Los chipriotas se
han dado de bruces con que al presidente Anastasiadis, que lleva en el cargo
muy poco tiempo, ya le ha dado tiempo de avisar a su consuegro para que sacara
del Banco Popular de Chipre y del país
unos milloncejos de nada. Sólo 21. Todo
antes de decretar el corralito. Exactamente dos días antes. Luego, la quita
sobre los depósitos privados para el resto de ciudadanos, ya que ellos, el
presidente y su familia, están por encima del bien y el mal.
Más cerquita de
aquí, en la región catalana concretamente, los hospitales han decidido cobrar a
los familiares de los pacientes por el uso de las camas y los butacones, o
sillones reclinables como los llaman ellos. Pretenden así buscar nuevas vías de
financiación para sobrellevar el recorte decretado por el gobierno de Arturo Mas. Es decir, intentar a base de
cobrar por sentarse en un sillón, en el que al cuarto de hora ya estás con la
espalda maltrecha, compensar los
recortes. Los más débiles pagando el pato. Me suena.
Sigo con el oteo
del horizonte informativo que está muy animado. El café hace tiempo que se me
ha enfriado. Las tostadas con aceite están acojonadas.
La patronal
empresarial, CEOE, indica a las empresas que no suban el sueldo a sus
trabajadores más de el 0,06% y el Banco de España, como no, aboga por
aprovechar la reforma laboral, ya que el Pisuerga pasa por Valladolid, y bajar
los sueldos de los trabajadores. Claro, como no podía ser de otra forma, quién
si no iba a sufrir las consecuencias, los de siempre. Me suena. Después quieren
que se consuma.
Subo a la pérfida
Albión. El primer ministro del Reino Unido, David Cameron, propone (todavía no
está aprobado) limitar a seis meses el subsidio de desempleo a los españoles
que vayan a las islas a buscarse el pan, a menos que se demuestren una serie de
requisitos. Encima que hay que abandonar a las familias, amigos y tu cultura,
se nos pone un poquito más alto el escalón para sobrevivir. Los políticos
ingleses ayudando. Me suena.
Visto el panorama
informativo, cierro el portátil, recaliento el café, las tostadas las echo a un
lado porque son incomibles, y decido no pensar en el futuro por este instante.
Retomo la novela de Harlan Coben. Dentro de un rato, cuando pase este momento
de tranquilidad mañanero, volveré a preocuparme por el mundo. Carpe diem
mientras puedas.
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