jueves, 15 de agosto de 2013

Misterios de la mente.




Siempre que voy al médico o cuando veo a alguien con un problema en la garganta y el médico le introduce el palito de madera (creo que su nombre es depresor)  me acuerdo de algo que estudié en la Facultad de Derecho. Concretamente en la asignatura “Historia del Derecho”. Las extrañas conexiones que la mente realiza son, cuanto menos, curiosas.

Antiguamente, en algunas comunidades bárbaras germánicas, llamadas “sippe”, de las que heredaron parte de su cultura y su derecho  consuetudinario las tribus visigodas que llegaron a España, para saber si alguien era culpable de algún delito que se le hubiese acusado se le introducía en la boca un palo calentado al fuego. Esta ordalía (prueba que requiere de la intervención de poderes sobrenaturales) no era la única, pues existían otras, incluso más crueles, como la “del agua” que consistía en arrojarte al agua atado de pies y manos. Si flotabas eras culpable porque tenías un pacto con el diablo, y si te hundías eras inocente. No sé qué era peor.

Pero sigamos con la del palo abrasador: Si el sujeto se quemaba es que era culpable sin duda del delito que se le imputaba y su Dios así lo había querido. Si no se quemaba era inocente, también por la gracia del Todopoderoso. Por raro que pueda parecernos, no todos los sometidos a tan radical prueba eran culpables. Desconozco si en aquella época y en esa tribu en concreto conocían el por qué de dichos resultados.

Se supone que cuando una persona miente a los demás congéneres de su tribu, pero no a Dios que todo lo sabe, o cuando está nervioso o tiene un trastorno de pánico porque se sabe culpable de los hechos por los que ha sido acusado y conoce las pavorosas consecuencias, esa preocupación le provoca, entre otras, sequedad en la boca. Las situaciones de estrés y el miedo incitan que las hormonas que controlan la secreción de la saliva y el sistema nervioso autónomo, que como su nombre indica funciona fuera del control voluntario y consciente, hacen que se de esta respuesta fisiológica que suele tener un efecto excitante.

 Por otra parte, cuando el acusado se sabía inocente y estaba convencido  que Dios le haría salir airoso del cruel trance, la persona estaba, o al menos debería estar, más tranquila y  tenía la segregación de saliva en índices normales. Es por ello que de acuerdo con el nivel nerviosismo del sujeto la saliva existente haría o no de aislante frente al abrasador palo acusador.

Pues esa son las imágenes que me vienen a la cabeza cada vez que estoy en el médico o veo a alguien que le meten el compresor en la boca.  Me imagino que está pasando por un juicio (no médico, precisamente) y que el palo está ardiente.

Espero no haberos transmitido esas sensaciones cada vez que vayáis  al médico, pero la semejanza de la acción, como digo, siempre me hace tener presente aquello que estudié hace ya unos cuantos años. ¿Por qué será que se me quedó aquello en la memoria y no otras cosas, supongo, más útiles? Misterios de la mente.















Copyright de la imagen http://aat-geriatria.com/fungibles-enfermeria/359-depresor-lingual-de-madera.html

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