(viene de una entrada anterior)
Mientras tanto, y antes de la muerte de Carlos II,
el rey francés Luis XIV auspició el Primer Tratado de Partición, firmado en La
Haya en 1698, en la que se repartían el imperio hispánico a espaldas de la
propia afectada, España. No nos enteramos de nada.
Pero hete aquí que el heredero José Fernando se
muere antes de cumplir los siete años, en 1699, para sorpresa de unos y congoja
de otros. Vuelta a empezar con los enredos sucesorios. Todas las potencias europeas empujando, de
nuevo, para que su candidato fuera el mejor posicionado en la salida. Todos a
la gresca con el cuchillo entre los dientes.
Debido a la muerte del imberbe heredero, se firma
el Segundo Tratado de Partición también a espaldas de España. En aquella época,
incluso siendo potencia, (y ahora no siendo nada también), nos manipulaban y
manejaban las demás potencias a su antojo, qué calamidad. Con este segundo
tratado el heredero al trono hispano era el Archiduque Carlos y, en compensación, a Francia se le otorgaban
todos los territorios italianos de España y Guipúzcoa. Esto hizo cabrear a
Austria que reclamaba todos los territorios españoles y a la propia corte
española. Y todo esto sin que aún hubiera muerto el rey embrujado.
Aquí, en España digo, se creó por el Cardenal
Portocarrero un partido bávaro a favor del niño José Fernando, pero cuando
murió el chiquillo la iniciativa del partido se inclinó hacia el candidato
francés. Y así, nació también el partido francés. Cosas de españoles. Está en
nuestro ADN dividirnos en dos para todo tipo de temas. Así somos, así nos va.
Como decía, ya muerto el chaval heredero, el
moribundo Carlos II, justo un mes antes de su muerte, firmó otro testamento que
dejaba como heredero de todo el imperio al franco Felipe de Anjou. Así
aseguraba la integridad de la monarquía católica y la unidad del territorio imperial; y ello, a
pesar de las cuatro guerras que había
mantenido con el vecino Luis XIV (Guerra de Devolución (1667-1668), Guerra de
Holanda (1673-1678), Guerra de 1683-1685 y Guerra de los Nueve Años
(1688-1697)).
Con la aceptación del testamento por parte de la
rama francesa se rompía de facto el Segundo Tratado de Partición firmado con
Inglaterra y las Provincias Unidas (Países Bajos). Cosa normal y aceptable para
unos y muy cabreante para otros. El cabreo iba por barrios.
El rey de Francia, Luis XIV, ante una asamblea
formada por la familia real, altos funcionarios y diplomáticos extranjeros
presentó a su nieto como el Rey de España y le dijo algo que dejó atónitos a
todos los presentes: “Sé buen español,
ése es tu primer deber, pero acuérdate que has nacido francés, y mantén la
unión de las dos naciones; tal es el camino de hacerlas felices y mantener la
paz en Europa.”
Esto, junto con que el mismo monarca hizo una
declaración formal de conservar el derecho a la sucesión al trono francés de su
nieto Felipe, abrió las puertas a una eventual unión de ambos reinos y a la
violación del propio testamento de Carlos II, que prohibió expresamente la
unión de sendas coronas.
Al mismo tiempo, Luis XIV, mandó ocupar unas plazas
de los Países Bajos Españoles debido “al
poco entusiasmo de los Estados Generales de los Países Bajos españoles por
jurar al duque de Anjou como rey de España”. Y se quedó tan pancho.
(Continúa en una próxima entrada)
Copyright de la imagen Guiaespan.net
No hay comentarios:
Publicar un comentario