La Ministra francesa de Justicia, Cristiane
Taubira, ha anunciado que en Francia, desde el pasado 1 de enero ya no se
cobrarán tasas judiciales. En nuestro país vecino se pagaban tan solo 35 euros
por procedimiento. Aquí las tasas la mayoría pasan de los 300 ó 500 euros
(llegando en ocasiones hasta a varios miles de euros), según jurisdicción y
cuantía.
Pues, a pesar de esos 35 euros, en Francia se ha
considerado que esa tasa “es una penalización para los más vulnerables y una
restricción a su acceso a la Justicia”.
Allí, se ha llegado a esta conclusión tras el
conceso logrado entre las partes afectadas, es decir, miembros judiciales,
abogados, y ciudadanos en general. Aquí al
consenso (y más en el Ministerio de Gallardón) ni está ni se le espera,
como diría aquel. Los números de diputados hacen que el rodillo parlamentario
aplaste cualquier intento de consenso. Así nos va.
Las tasas judiciales en España son una vulneración
del derecho que tiene todo ciudadano, sobre todo los más vulnerables, a la
tutela judicial efectiva consagrada en nuestra Constitución.
Con las tasas judiciales se han creado varias
clases de ciudadanos. Tres grupos concretamente. En los dos primeros
encontramos a los ciudadanos que tienen acceso a la justicia gratuita, pues sus
niveles de rentas son mínimos, y a los que sí pueden acceder al pago de esas
tasas, es decir, los que tienen un nivel adquisitivo alto o muy alto. Y luego
encontramos el tercer grupo, la gran mayoría, es decir, el resto. Casi todos
los españoles que antes pertenecíamos a la clase media estamos en este grupo.
Somos los que no podemos acceder a la justicia gratuita pero que tampoco
acudimos a los juzgado por lo caro que sale intentar defender nuestros derechos.
Como lo hagas los gastos ocasionados te fastidian varios meses.
Esto nos lleva a la conclusión que existe un gran
grupo de ciudadanos que para este
Gobierno y especialmente para el ministro de Justicia somos de segunda
división. La igualdad de todos los españoles ante la Justicia (no, no estoy hablando
ahora del caso de la Infanta) como
principio inspirador de nuestro ordenamiento jurídico no solo queda en
entredicho, sino que ha sido asesinado.
Igualmente, las grandes empresas, las que facturan
más de 6 millones de euros al año (prácticamente, aseguradoras y bancos) se han
visto beneficiadas porque antes, hace unos años, eran ellas, en exclusividad,
las que pagaban estás tasas y ahora al igualar el rasero a todos los
administrados han visto como “sus tasas” se han reducido notablemente.
Pero para mayor inri, según el Presidente del
Consejo General de la Abogacía Española, el dinero recaudado por el Ministerio
de Justicia por estas tasas no es destinado a la mejoría de la Justicia
Gratuita o para las Comunidades Autónomas con competencia en la materia de la
Justicia, como habían prometido cuando justificaban la creación de las mismas.
No. El dinero de las tasas no solo no llega a esos
destinos que se habían asignado, sino que, simplemente no se sabe dónde va
destinado ni a cuánto asciende lo recaudado. En los presupuestos del 2014 no
existe ninguna partida que especifique el destino de esas tasas, por lo que
supongo que irá destinado a las arcas de Hacienda. Preguntado el Ministro sobre
este tema ha respondido que en el 2015 “ya veremos”.
Por todo lo anterior, podemos afirmar que la
creación de las tasas en España tenían tres objetivos finales: Primero, hacer
desistir a los ciudadanos de acudir a la justicia para defender a sus derechos,
segundo, afán recaudatorio o la creación de un impuesto camuflado y tercero el
beneficiar a las grandes empresas.
Como viene siendo habitual ya en este gobierno,
todo tiende a la privatización y al 'hacer negocio'. Cada vez se olvidan más de quienes les votaron, me
refiero a los ciudadanos en general, a
los que tan solo ven como simples y molestos números.
Estoy absolutamente convencido de que muchos de
los que los votaron se han arrepentido de su elección.
Muy buen artículo, sí señor. Aunque nos hagan creer que no hay otras opciones, sólo tenemos que mirar por la ventana al vecino para ver que otra forma siempre es posible.
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